La reforma fiscal de EE.UU.A., puede iniciar una batalla internacional de impuestos, por socios comerciales de esa Nación, y posiblemente a acciones legales ante la OMC según los organismos Peterson Institute, Bruegel y la firma Osler; se concibe que la pérdida de competitividad que motivará la aplicación de la reforma a esas naciones socias, es generalizada y buscarán aminorar el impacto negativo.
En su caso, México enfrenta posibles disminuciones en los flujos de inversión por que le convenga más a la empresa que considerara invertir en México, dejar su inversión en EE.UU.A. A la vez, puede haber cruce de inversiones de empresas mexicanas que pudieran mudarse a EE.UU.A. a tributar menores impuestos y obtener beneficios fiscales.
Ahora bien, lo cierto es que el alcance fiscal es uno de los muchos elementos concebidos por un agente económico, para tomar decisiones de inversión; y sin cambios en México, los otros elementos como beneficios IMMEX (manufactura para comercio exterior), mano de obra, estrategia empresarial, etc., pueden implicar situaciones donde no haya una desbandada de empresas en México o incluso no inhiba completamente inversiones nuevas.
Por otro lado, se adiverte de los riesgos propios de EE.UU.A. pues han habido recortes fiscales irresponsables y no se destaca haber aprendido lecciones. Uno de los temas relevantes, es la ampliación del déficit público, el ciclo y aspecto demográfico. Como ejemplo, el recorte de impuestos de Ronald Reagan de 1981, tuvo efecto recesivo en la economía. También se advierte que no hay evidencia de fortalecimiento económico general para una Nación que simplifica regulación tributaria.
El tema de deuda ha sido un problema recurrente en EE.UU.A. La reforma promete generar suficiente inversión para compensar la baja en captación por menores tasas. Sin embargo, precisamente lo citado al final del tercer párrafo de este artículo, puede generar situaciones donde solo se busquen los beneficios sin propiamente generar la compensación fiscal que busca el gobierno de EE.UU.A. Aunado a ello, de manera inmediata al aplicar la reforma, bajarían los ingresos de gobierno, y tendrán que ser compensados con más deuda. El gobierno de EE.UU.A., al menos en 2 episodios durante la gestión de Barak obama, enfrentó potencialmente cierre de operaciones (parcial), por no tener autorización de incrementar la deuda; el gobierno vigente de Donald Trump, tiene desde marzo 2017, discutiendo el asunto y no hay cheque en blanco por parte de su Congreso; por lo que las presiones políticas seguramente avivarán la volatilidad que este tema genera recurrentemente.
Por su lado, el FMI y la OCDE, concuerdan que podría haber lado positivo por el impulso de corto plazo en la actividad económica estadunidense. La expectativa positiva se basa en que la reforma empuje la demanda agregada estadunidense y en corto plazo favorezca por ejemplo, a México.
Y es cierto lo anterior, pues el que haya mayor actividad económica en México, incluso con la ambivalencia que esta reforma le genere a dicho País, e incluso si se cancelara TLCAN, seguirá habiendo espacio de oportundiad para algunos agentes económicos mexicanos, de acrecentar ventas por órdenes de compra estadunidenses.
Lo cierto es que hay mucho que analizar y concebir, para las diversas naciones socias de EE.UU.A., respecto los impactos que la reforma y la conducta proteccionista estadunidense, implique.
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